Estamos en pleno verano y a muchos de nuestros clientes, sobretodo a aquellos que visitan la Costa del Sol por primera vez, les llama mucho la atención ver sardinas clavadas en la arena junto a unas brasas, sobre una barca de madera, los famosos “Espetos de Sardina”.
Hoy hemos decido contarles el origen de este fantástico plato malagueño. Para prepararlo se necesitan una cuantas sardinas del día, una pizca de sal y el punto justo de fuego.
La tradición de los espetos de sardina comienza casi un siglo y medio atrás cuando los pescadores locales apartaban las sardinas como sobras de su faena para consumo propio.
Los pescadores que separaban dicho pescado cerca de las playas, se aprovechaban de los cañaverales que crecían junto al mar, para crear unas lanzas que luego se utilizaban para “espetar” (clavar) las sardinas.
Aunque esta forma de asar el pescado puede parecer muy simple, preparar la sardina tiene sus trucos y secretos. Dichos trucos y secretos no los vamos a revelar aquí, pero sí les podemos decir que hay que saber insertar la caña de tal manera que cuando el pescado se cocina de un lado, al girarlo no debe caerse, algo que es más fácil decir que hacer.
Muchos coinciden que el primer establecimiento donde se sirvieron por primera vez al público estos manjares fue el merendero la Gran Parada, situado en El Palo, inaugurado en 1882 por el Sr. Miguel Martínez Soler, conocido como “Migué el de las sardinas”, quien preparaba dichos majares en su casa junto a la playa.
La legenda cuenta que fue el mismo Miguel quien, en Enero de 1885, cuando recibió la visita de su majestad el Rey Alfonso XII en su propio establecimiento, ya que éste estaba visitando la zona por un terremoto que había afectado parte de la Axarquía, tras ponerle un plato de espetos y ver a su majestad el Rey comer las sardinas con cuchillo y tenedor le dijo “Majestá asi no, con los deos”. Esto hace que “Migué el de las sardinas” sea hoy en día considerado el padre de los espetos de sardina.